El dinero, quizás más que cualquier otro símbolo moderno, puede provocar una amplia gama de emociones (dependiendo en gran medida de su abundancia en la vida de uno), incluyendo anhelo, ansiedad, orgullo, codicia, envidia, depresión y felicidad. Por supuesto, no existe simplemente una correlación directa con el dinero y cualquiera de estos estados emocionales, como más dinero equivale a más felicidad o viceversa. De hecho, investigaciones anteriores han encontrado que los efectos que el dinero tiene sobre el bienestar de una persona pueden ser muy dispares. Por un lado, tener más dinero puede ser bueno para tu salud y estado emocional. Por otro lado, se ha descubierto que las personas que otorgan un alto valor al dinero tienen relaciones sociales más pobres que aquellas que son más moderadas en su visión de la consecución de la riqueza.
Un grupo de investigadores realizó recientemente una serie de experimentos para explorar este aspecto paradójico de la riqueza . Formularon dos hipótesis sobre la naturaleza dual del dinero en el mundo moderno. Primero, dado que el dinero es la base de la mayoría de los intercambios en la sociedad actual, sugirieron que pensar en el dinero debería hacer que las personas se centren más en los análisis de costo-beneficio y en una visión de precios de mercado de su entorno. Pensaron que esta perspectiva podría alentar un mayor énfasis en el desempeño individual, ya que el dinero a menudo se correlaciona con la realización de tareas personales en nuestra economía basada en los negocios. Predijeron que las personas con dinero en mente pensarían en la vida en términos de entradas y salidas, con la conciencia de que una mayor entrada debería resultar en una mayor salida.
También plantearon la hipótesis de que la mentalidad de mercado, si bien es beneficiosa para el desempeño personal, podría obstaculizar la capacidad de interactuar socialmente. Debido a que fomenta un enfoque en el desempeño individual, puede causar una disminución de la sensibilidad hacia las necesidades de los demás.
Para probar sus hipótesis, utilizaron varios métodos diferentes para exponer a los participantes a señales relacionadas con el dinero, mientras intentaban que las señales fueran lo suficientemente sutiles para que los sujetos no se dieran cuenta de su presencia. En un experimento, algunos participantes se sentaron en un escritorio con un protector de pantalla que mostraba dinero, mientras que otros vieron protectores de pantalla de peces o flores. En otro, los participantes debían organizar frases relacionadas o no con el dinero, como “cobré un cheque” o “escribí la carta”. Se utilizaron varios otros métodos de exposición a señales de dinero.
Después de estar expuestos a las señales, los participantes fueron puestos en varias situaciones sociales que probaron su deseo de ser útiles, generosos, sociables o trabajadores. Por ejemplo, para probar la voluntad de ayudar, un cómplice pasaría y dejaría caer un puñado de lápices (27 para ser exactos). O, en otra situación, un colega confundido pediría ayuda para comprender una tarea que intentaba completar. Los que estuvieron expuestos a las señales de dinero recogieron menos lápices, y los que no, dedicaron un 120 % más de tiempo a ayudar al colega confundido.
Cuando se les dio la oportunidad de donar una porción de $2 a los participantes al comienzo del estudio, aquellos a quienes se les había recordado el dinero donaron el 39 % de su pago, mientras que los que no habían donado el 67 %. También, cuando se les permitió colocar las sillas en una habitación mientras esperaban que llegara otra persona, pusieron más distancia entre su silla y la de la otra persona que el grupo ingenuo de dinero. Cuando se les dio una lista de actividades individuales versus grupales para participar, el grupo expuesto al dinero eligió más actividades individuales que el grupo de control (incluso cuando algunas actividades incluían a familiares y amigos).
Con la opción de trabajar solos en una tarea o recibir ayuda de un compañero, los participantes con recordatorios de dinero optaron por trabajar solos, aunque eso significaba hacer más trabajo. Cuando se enfrentaban a una tarea desafiante, pasaban un 48 % más de tiempo trabajando en ella antes de buscar la ayuda del experimentador.
Los investigadores sugieren que estos resultados pueden aparecer porque una persona orientada al dinero se enfoca en las entradas y salidas del mercado, una visión que tiende a llevar a un énfasis en la individualización y la autosuficiencia. No encontraron cambios en la emoción entre los dos grupos y, por lo tanto, afirman que las diferencias en el comportamiento probablemente no se deban a desconfiar de los demás. Además, el hecho de que aquellos a quienes se les recordó el dinero optaron por persistir en una tarea antes de pedir ayuda indica que los resultados no se basan únicamente en el egoísmo, ya que una persona egoísta no habría estado tan ansiosa por hacer más trabajo del necesario.
Independientemente, los resultados sugieren que el dinero puede inspirar una aversión a la interacción social y un enfoque en uno mismo. Sin embargo, en un mínimo, esto puede ser una parte necesaria de una sociedad capitalista, donde uno se ve obligado a poner énfasis en garantizar que sean tratados equitativamente y compensados justamente por su trabajo, y donde se ven obligados a competir por su sustento. Un seguimiento interesante de este experimento sería usar neuroimágenes para ver qué sucede en el cerebro de los participantes cuando toman decisiones después de la exposición a señales de dinero, y en qué se diferencia de los controles.
Vohs, KD, Mead, NL, Goode, MR (2008). Simplemente Activar el Concepto de Dinero Cambia el Comportamiento Personal e Interpersonal. Direcciones Actuales en la Ciencia Psicológica, 17(3), (en prensa).
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